martes, 5 de febrero de 2013

Amor


Hay cosas extraordinarias que es necesario contarlas, o al menos escribirlas y con mucha suerte lograr que alguien las lea.
Estoy acostumbrada, a fuerza de perseverancia suya, a no creer asi mucho mucho que digamos, en los hombres, bajo ninguna modalidad. No solamente en el ámbito melcochoso y romancero. Sino que en otras circunstancias, por ejemplo la mayoría de niños que llegan a la emergencia del hospital con la carita empapada en lagrimas por alguna caída/corte/rasguñito/berrinche, llegan en medio de una pelea épica, entre los responsables de su existencia. 
Los papis.
Y es que la mami trabajaba/veía la novela/whatsappeaba/facebookeaba/whatever y el papi se quedo de niñero ... y así pasan los accidentes.
O cuando el papi con muy buena voluntad, lleva a su “campeón” al doctor, también anda medio desubicado con el tema, de las vacunas, de que comió, de cuando nació (una exageración mía ) claro que también todo lo contrario, hay papas muy dedicados, y mamas que andan en melmack pero bueno, ese no es el tema.

El otro tema, es increíble la cantidad de mujeres (fuertes, luchadoras, jefas de familia) que se desvanecen frente a mis ojos, porque por EL o las maltrata, o tiene otra, o “señorita (porque yo nunca sere doctora creo, les encanta llamarme señorita) -atiborran mis oídos con el- es la ultima vez, ya me voy a separar de el” … y al mes siguiente regresa mas moreteada que nunca. Es muy triste, indignante y cualquier cantidad de adjetivos descalificativos. Pero es a lo que una, funestamente, se tiene que acostumbrar en la chamba.

Pero ayer fue la gran excepción de la regla.

Llego una chica de unos 26 años, delgadita, trigueña y con una sonrisa enorme en la cara. Era mi 24ava y última paciente del turno de la mañana, despues de una guardia nocturna en la que no cerre el ojo, osea llevaba masomenos 32 horas despierta, a punta de café y espíritu chambero. Abri su historial y era una paciente con síndrome de inmunideficiencia humana, osea con VIH, o lo que la mayoría llama SIDA, ella tan contenta, pero tenia un poco de tos y dificultad para respirar.
Estuvimos conversando largo rato. Y de pronto salio el tema, ¿Cómo se contagio?
Me conto que cuando tenía 13 años trabajaba en el colegio donde estudiaba, despues de las clases, se quedaba a limpiar las aulas, y una tarde (maldita tarde) entraron unos degenerados (cuatro) y abusaron de ella. Mientras me contaba, las lagrimas se le escapaban de los ojos, y yo estaba con un nudo en la garganta, a lo único que atine es a cogerle la mano. Me contó que ella pensaba que ahí se había contagiado porque después de esto no quiso tener nunca mas relaciones con otra persona ... hasta que conoció a su esposo.

Esposo? Pensé, derrepente “ese” es el que la contagió. Adivinando lo que pensaba me dijo, “el es VIH negativo, no tiene SIDA. Y hace 5 meses hemos tenido una bebe”.
“Y el sabe que tienes VIH?”
“Si … me lo diagnosticaron al tercer mes del embarazo. Yo sentí que se acababa el mundo para mi”
 ¿Y que dijo el?
Que teníamos que salir adelante. Me apoya mucho. Siempre cuida a nuestra hijita cuando tengo que ir a las reuniones, o a veces va conmigo.

Hablamos muchísimo, me quede la hora del almuerzo con ella. Asombrada de escucharla tan fuerte, con tantas ganas de vivir, con tantos sueños, y me dejo pensando mucho. Ya que mi blog trata sobre el amor, desamor y otros menesteres tan intrascedentes. Y ademas me dedico mas que todo hablar de desamor. Me pareció bien empezar el año hablando de una hisotria de amor, nada telenovelera, ni de disney, sino extraordinaria y real. De un hombre que acepta a una mujer contra todo pronostico, yo me pregunto, cuantas/os podrian aceptar al otro con una enfermedad asi, me incluyo en esta pregunta tan dificil de responder. 

Y ese hombre que no conozco, pero lo hare, porque le pedi que la próxima vez que venga a su control, venga con el, para conocerlo, y que la vida me demuestre que como el seguramente hay muchos hombres buenos (e increíbles) rondando por ahí, y ademas felicitarlo por tener al lado a una mujer como ella, y por su bebita.

Hay días en los que ir al trabajo, es un regalo tan bonito!